Si fuera uno de esos alumnos de 2º Bachillerato encantados de volver al tajo para seguir en ese duro trabajo de labrarse (seguimos con el campo semántico rural) una buena cosecha, prepararía esta tarde todo lo que he recopilado acerca del periodista que nos acompañará el miércoles, puliría mis preguntas inteligentes y lo presentaría para su supervisión mañana (si pertenezco al A y no tengo la fortuna de tener clase el martes, procuraría buscarme la vida para que mi profesora comprobara mi trabajo de documentación a lo largo de la mañana).
Tampoco perdería la oportunidad de leer, bajo la línea de puntos, el discurso que pronunció Gervasio Sánchez en la entrega de los premios Ortega y Gasset y que nos proporcionan un buen retrato de su forma de pensar -y ser-.Discurso de Gervasio Sánchez
Estimados miembros del jurado, señoras y señores:
Es para mí un gran honor recibir el Premio Ortega y Gasset
de Fotografía convocado por El País, diario donde publiqué mis fotos iniciáticas
de América Latina en la década de los ochenta y mis mejores trabajos realizados
en diferentes conflictos del mundo durante la década de los noventa, muy
especialmente las fotografías que tomé durante el cerco de Sarajevo.
Es un gran honor porque varios de mis mejores amigos a los
que respeto profesionalmente pertenecen a la plantilla de este diario. Queridos
Ramón Lobo, Guillermo Altares, Miguel Ángel Villena, Jorge Marirrodriga,
Francesc Relea, Miguel Gener, Alberto Ferreras, Gorka Lejarcegui, incluso tú
querido Alfonso Armada, a los que he nombrado y a los que tengo en mi mente, a
todos vosotros que me apoyasteis en los momentos más duros os dedico este
premio de todo corazón.
Quiero dar las gracias a los responsables de Heraldo de
Aragón, del Magazine de La Vanguardia y la Cadena Ser por respetar siempre mi
trabajo como periodista y permitir que los protagonistas de mis historias,
tantas veces seres humanos extraviados en los desaguaderos de la historia,
tengan un espacio donde llorar y gritar.
No quiero olvidar a las organizaciones humanitarias Intermon
Oxfam, Manos Unidas y Médicos Sin Fronteras, la compañía DKV SEGUROS y a mi
editor Leopoldo Blume por apoyarme sin fisuras en los últimos doce años y
permitir que el proyecto Vidas Minadas al que pertenece la fotografía premiada
tenga vida propia y un largo recorrido que puede durar décadas.
Señoras y señores, aunque sólo tengo un hijo natural, Diego
Sánchez, puedo decir que como Martín Luther King, el gran soñador afroamericano
asesinado hace 40 años, también tengo otros cuatro hijos víctimas de las minas
antipersonas: la mozambiqueña Sofia Elface Fumo, a la que ustedes han conocido
junto a su hija Alia en la imagen premiada, que concentra todo el dolor de las
víctimas, pero también la belleza de la vida y, sobre todo, la incansable lucha
por la supervivencia y la dignidad de las víctimas, el camboyano Sokheurm Man,
el bosnio Adis Smajic y la pequeña colombiana Mónica Paola Ojeda, que se quedó
ciega tras ser víctima de una explosión a los ocho años.
Sí, son mis cuatro hijos adoptivos a los que he visto al
borde de la muerte, he visto llorar, gritar de dolor, crecer, enamorarse, tener
hijos, llegar a la universidad. Les aseguro que no hay nada más bello en el
mundo que ver a una víctima de la guerra perseguir la felicidad.
Es verdad que la guerra funde nuestras mentes y nos roba los
sueños, como se dice en la película Cuentos de la luna pálida de Kenji
Mizoguchi. Es verdad que las armas que circulan por los campos de batalla
suelen fabricarse en países desarrollados como el nuestro, que fue un gran
exportador de minas en el pasado y que hoy dedica muy poco esfuerzo a la ayuda
a las víctimas de la minas y al desminado.
Es verdad que todos los gobiernos españoles desde el inicio
de la transición encabezados por los presidentes Adolfo Suarez, Leopoldo Calvo
Sotelo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero
permitieron y permiten las ventas de armas españolas a países con conflictos
internos o guerras abiertas.
Es verdad que en la anterior legislatura se ha duplicado la
venta de armas españolas al mismo tiempo que el presidente incidía en su
mensaje contra la guerra y que hoy fabriquemos cuatro tipos distintos de bombas
de racimo cuyo comportamiento en el terreno es similar al de las minas
antipersonas.
Es verdad que me siento escandalizado cada vez que me topo
con armas españolas en los olvidados campos de batalla del tercer mundo y que
me avergüenzo de mis representantes políticos.
Pero como Martin Luther King me quiero negar a creer que el
banco de la justicia está en quiebra, y como él, yo también tengo un sueño:
que, por fin, un presidente de un gobierno español tenga las agallas
suficientes para poner fin al silencioso mercadeo de armas que convierte a
nuestro país, nos guste o no, en un exportador de la muerte.
Muchas gracias
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